23.7.06

Malas películas imprescindibles 1

Spider Baby

No soy tan disciplinado como para inaugurar secciones fijas en este blog: desaparecerían rápidamente. Pero sí soy lo suficientemente adicto al cine de todo tipo como para poder surtir el blog con uno que otro comentario mínimo sobre cierto tipo de película: las pésimas cintas que todos los amantes del cine deberían ver, el parnaso de la serie B, o acaso de la serie C.

Una de ellas es Spider Baby, or The Maddest Story Ever Told (La niña araña, o La historia más loca jamás contada), dirigida por Jack Hill en el año 1964, aunque su estreno fue detenido, por temor a un descalabro financiero ocasionado por el controvertido tema de la cinta, hasta 1968, cuando un par de distribuidores osados decidieron lanzarla.

En Spider Baby, Jack Hill contó una historia horrorosa, pero la contó con un humor extrañamente encantador y recurriendo a un grupo de actores enormemente carismáticos, desde el eterno monstruo Lon Cheney Jr., que resulta encarnar aquí, en un guiño sardónico, acaso al más normal de los personajes, hasta la misteriosa Jill Banner (a la izquierda en el afiche) que debutó en esta cinta con el rol de la lolita asesina que come insectos y atrapa a sus víctimas humanas en una maltrecha telaraña de soga.

¿Cuáles eran los temas tabú que postergaron el estreno de Baby Spider? De todo: matrimonios intrafamiliares, sugerencias de incesto, antropofagia, sacrificios rituales, etc. Por cierto, todos son temas sólo aludidos, no mostrados visualmente: la película es seductora pero jamás pornográfica; es, más bien, un coqueteo con el tema del secreto familiar en las familias conservadoras de provincia. Una especie de Mario Bava meets William Faulkner meets Ed Wood. Y su constante telón de fondo es Pshyco, de Alfred Hitchcock, filmada cuatro años antes.

De hecho, es fácil notar en esta película una forma contemporánea de entender a Hitchcock que sus discípulos posteriores, discípulos como Brian de Palma (y con la notable excepción de M. Night Shyamalan) han perdido de vista casi por completo: entender a Hitchcock como el mejor de los humoristas, uno que no rehuía ni siquiera el absurdo de los espantapájaros y las momias sonrientes.

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