30.1.07

Alonso, Tomás, Paul, Kafka y la muñeca

Para muchos, la historia comienza en cierto pasaje de la penúltima novela de Paul Auster, Brooklyn Follies. Allí es contada con ese tono mitificante y a la vez extrañamente cotidiano que Auster asume para narrar los mejores pasajes de sus libros.

Alonso Cueto ha resumido la anécdota así, en su columna de Perú 21.


"En Brooklyn Follies, Paul Auster cuenta la historia de la muñeca de Kafka, una de las más atractivas que he oído sobre el escritor checo. En una ocasión, caminando por la calle, Kafka encontró a una niña llorando. Cuando le preguntó qué le ocurría, la niña respondió: "Es que he perdido mi muñeca". De inmediato, Kafka le contestó: "Tu muñeca no se ha perdido. Ha salido de viaje". "¿Y cómo lo sabes?", le preguntó la niña. "Porque me ha escrito", le dijo Kafka. "Ella está muy bien. Ha salido a buscar una nueva vida, una vida propia, pues ya siente que tiene la edad suficiente. Pero piensa mucho en ti y te manda saludos". La niña se sintió reconfortada. "¿Y puedes enseñarme las cartas que te escribió?", le preguntó. "Por supuesto. Mañana a esta misma hora te encontraré aquí, y te voy a enseñar sus cartas", le contestó el escritor.

"Kafka volvió a su casa, escribió una carta y al día siguiente se la llevó a la niña. En ella, la muñeca le decía que había partido en busca de nuevos horizontes pero que pensaba mucho en ella. La niña se alegró y le pidió que Kafka le trajera nuevas misivas. Durante algunos días, Kafka la fue proveyendo de cartas nuevas hasta que le dio una definitiva. La muñeca se había casado, iba a tener una familia y viviría muy feliz. De eso estaba segura. Con el satisfactorio final de la historia de su muñeca, la niña se consoló para siempre".

Alonso, en su columna, añade que el escritor argentino Tomás Eloy Martínez, fascinado por la historia de Kafka y la muñeca leída en la novela de Auster, se echó hace un tiempo a averiguar si la anécdota tenía algún sustento real. No encontró gran cosa. Entonces le preguntó al mismo Auster (en público, en una clase a la que Martínez invitó al escritor neyorquino, en Rutgers University), y Auster, como única respuesta, dijo que la historia era real, que las cartas existieron, pero no se conservaban. Tomás Eloy Martínez cuenta todo el asunto también en una columna (de La Nación).

Buceando en internet he encontrado un artículo que trata extensamente el tema de Kafka, la niña y la muñeca, y cita como fuentes principales entrevistas y cartas de Dora Diamant (quien habría sido la testigo presencial del encuentro de Kafka y la niña) y referencias del mismísimo Max Brod. En ambos casos las historias son idénticas salvo por el final: en la versión de Brod, Kafka, pasado un tiempo, acaba comprando una muñeca nueva para la niña.

El autor del artículo, Mark Harman, nos confía sus esfuerzos por descubrir algún testigo aún vivo de la anécdota, y cuenta que tales esfuerzos han sido hechos ya en el pasado. Como se ve, no sólo Tomás Eloy y Alonso, y antes Paul Auster, quedaron fascinados por el relato: tiene ya su propia tradición de hipnotismo metaficcional.

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