24.6.07

La tumba del Gólem

Sobre Kafka (y Kafka), Crumb, Borges, Meyrink y otros monstruos

Nunca me había ocurrido ir a una librería y salir de ella con dos libros distintos que llevaran el mismo título. Me ocurrió ahora sí, con dos libros en cierto sentido similares y en cierto sentido muy diversos: ambos se llaman Kafka; se asemejan en que los dos son relatos gráficos; se distinguen en todo lo demás.

El primero es una novela-cómic de
Steven T. Seagle y Stefano Gaudiano, un thriller noir (así lo describen ellos) nominado tiempo atrás al premio Eisner y que, más que referirse a Kafka directamente, tiene la sombra de lo kafkiano como telón de fondo.

El otro es un experimento ensayístico, suerte de biografía crítica de
Kafka hecho a dúo por el sumo sacerdote del cómic underground, Roberto Crumb, y el escritor Zane Mairowitz.

Acaso lo mejor del libro son las cortas adaptaciones de relatos de
Kafka hechas por Crumb, algunas de ellas magistrales (aunque la versión gráfica de La metamorfosis hecha hace años por Peter Kuper sigue siendo, creo yo, el standard más alto en esa materia).

El texto de
Mairowitz no desmerece el notable nivel de los dibujos de Crumb, y su ensayo tiene el mérito adicional de practicar una explicación de lo kafkiano más a la luz de la historia checa, la tradición judía y la sociología del ghetto de Praga que --como suele ser el caso en los libros introductorios a la vida y la obra de Kafka-- confiando plenamente en explicaciones psicoanalíticas referidas a la relación entre el escritor y el padre (aunque Mairowitz tampoco obvia ese aspecto).

Precisamente, en su intento de colocar a
Kafka en la perspectiva de la tradición judía de Praga, Mairowitz y Crumb cuentan el relato del Gólem, en su versión más difundida: la historia del rabino Loew, creador del monstruo al que grabó en la frente, sucesivamente, la palabra "aemaeth" (verdad divina) y la palabra "maeth" (muerte): la primera letra de "aemaeth", suprimida en "maeth", es aleph: la diferencia entre la verdad de Dios y la destrucción total, es decir, entre revelación y extinción. (Borges sabía algo de eso).

La historia es muy conocida, claro. Yo la leí hace años en su versión más famosa,
El Gólem, de Gustav Meyrink, un contemporáneo de Kafka. Lo que no sabía --o no recordaba de aquella lectura-- es lo que encuentro ahora en el libro de Mairowitz y Crumb: que, según la leyenda, el Gólem no ha desaparecido por completo de este mundo: su cuerpo fue depositado en el ático de la Sinagoga Altneu (alt-neu: viejo-nuevo), en Praga, edificio que ha sobrevivido a la destrucción parcial del ghetto praguense de 1906, así como a sucesivas guerras, incendios, ataques de turbas antisemitas durante la segunda guerra, etc.

Así que ahí lo tienen: Kafka vivía a unas pocas cuadras de una siniestra sinagoga erigida en la tardía edad media, dentro del ghetto de Praga (al que el escritor llamaba "el estrecho círculo que encierra mi vida"), en cuyo ático estaba el cadáver de un monstruo cuyo destino había dependido de una letra escrita sobre su frente. Y es posible que el monstruo continúe allí. Y eso, señoras y señores, sí que es kafkiano.

Imagen: en primer plano, a la izquierda, la Sinagoga Altneu de Praga.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

isaac goldemberg tiene un cuento de una cucaracha que despierta una mañana convertida en Franz Kafka.
jbadolph

Anónimo dijo...

Uno de los mejores libros que he leido sobre Kafka se titula "El otro proceso de Kafka-Sobre las cartas a Felice" de Elias Canetti