31.1.08

Suplantaciones

María Emilia Cornejo y la muerte del autor

Nuestra era es la de las mil muertes del autor. No sorprende que se repitan a cada instante los edictos de defunción: su multiplicación nos dice que el autor no está dispuesto a morir muy fácilmente. O morirá todo, menos su ego: el ego del autor es punto por punto tan grande como el ego del escritor de cuya sombra se alimenta, a cuya sombra crece y cuya sombra es.

La modernidad, después de todo, ha inventado al autor y la autoría allí donde una vez hubo poco más que creadores dispuestos a la disolución de su propiedad, y una anónima, no siempre reconocida paternidad. La postmodernidad, en caso de que haya sucedido ciertamente al periodo anterior (no lo sabremos jamás, al menos no hasta el siguiente momento), no parece haber hecho otra cosa que remacharle los clavos al pedestal del autor: en el mundo después de Warholandia y ahora, en el mundo después de Lonelygirl 15, se puede ser autor sin ser autor de una obra. Un autror virtualmente idéntico a un autor virtual, pero sin las virtudes de haber creado cosa alguna.

Curiosamente, las mismas consecuencias que tiene la postmodernidad o el tiempo que así llamamos, las tiene la mediocridad pura y dura, la mediocridad anacrónica, en cualquier momento de la historia, por ejemplo, en el nuestro pero ya desde hace mucho: tenemos reputados novelistas sin novela; famosos críticos sin obra crítica; nuestros mejores cineastas han grabado un cortometraje que promete; tenemos celebrities del happenning que apenas happen to be there: nuestra prensa parece cada vez más una osada performance destinada a probar que se puede comunicar sin un contenido a ser comunicado; en nuestras artes plásticas hay más especialistas en vernissages que en pintar cuadros; nuestros artistas son mayoritariamente conceptuales, sólo porque nunca pasan del concepto al soporte, porque no conciben muchos conceptos que se soporten.

En esa línea, elegimos sin elegir: nos preguntamos cuáles son los dieciocho mejores poetas aparecidos en los años noventa. Algo así como preguntarse cuáles son los catorce mejores equipos profesionales de fútbol en el Perú. O quiénes han sido nuestros cinco presidentes clave en los pasados veinte años. Premio para todos. Todos somos estrellas. No es la era de la muerte del autor, después de todo: la muerte de la obra parece más cercana. Los originales de Carver salen a la luz y sus fans no celebran la aparición de un texto nuevo, distinto; más bien, lamentan el lanzamiento porque puede mellar el aura mágica que rodea a Carver en sus altares paganos. Conservar a un solo autor es más importante que la multiplicación de los libros.

En Lima, la revista Intermezzo Tropical, siempre contorsionándose en dirección al escándalo, como buena enredadera en dirección del sol, pero de vez en cuando con frutos dignos del mordisco, entrega a sus lectores un artículo debatible: "María Emilia Cornejo, el lado oculto de un mito", de José Rosas Ribeyro, en el que el poeta intenta deslindar los límites de la autoría de los tres poemas más conocidos de María Emilia Cornejo, aparecidos originalmente en 1973, un año después de la muerte de la escritora.

Rosas Ribeyro no solo se arroga el derecho a ser visto como el editor crucial de los poemas, sino que en verdad parece proponerse a sí mismo (y a Elqui Burgos) como reescritores de los versos: "los tres poemas son resultado de un trabajo de montaje y construcción que en 1973 hicimos al alimón Elqui Burgos y yo..."

Es más, si uno lee con atención, Rosas Ribeyro dice que parte del ensayo de reescritura practicado por él y Burgos en 1973 fue hecho con la intención de "inventar" a Cornejo: "era también un juego que Elqui y yo asumimos con el espíritu irreverente con que un anónimo poeta peruano había creado poco antes a una supuesta poetisa ecuatoriana".

La finalidad última del artículo que publica ahora Rosas Ribeyro es declararse no sólo autor real de los poemas "Soy la muchacha mala de la historia", "Como tú lo estableciste" y "Tímida y avergonzada". Su objetivo final es declararse autor de María Emilia Cornejo e, incluso más allá de eso, proponer la noción paradójica de que esos tres poemas que más de una vez se han considerado precursores "de una vivencia de la poesía desde la mujer" fueron en verdad el producto del trabajo lúdico de dos hombres a partir del material "en bruto" dejado por Cornejo tras su suicidio.

Debo decir que más que el reclamo de Rosas Ribeyro, no desmentido por Hildebrando Pérez Grande en otro artículo que también aparece en Intermezzo Tropical, me soprende la rápida reacción de otros escritores cuyas respuestas se citan hoy en la revista Caretas:
“No me sorprende viniendo de Rosas”, ironiza Rocío Silva Santisteban. Para Carmen Ollé, Cornejo es la indudable autora de sus versos. Y añade: “el poema importa más que el poeta”. Marco Martos asegura que es “una subida al carro” lamentable.
Desconozco los motivos por los cuales tres poetas y académicos como Rocío, Carmen Ollé y Marco Martos pueden ser tan rotundos en desmerecer la versión y al articulista de inmediato. Me parece evidente que lo que asegura Rosas Ribeyro merece considerarse con seriedad, y que un texto que ha sido leído siempre en una sola dirección (es decir, como poesía vivencial, íntima, personalísima, genéricamente determinada, poesía femenina, uno de los grandes puntos de apoyo de la tradición de la poesía escrita por mujeres en el Perú de las últimas décadas), merece obviamente ser revisado si se descubre que su autoría no era tan fácilmente localizable como hasta ahora se venía suponiendo.

Las respuestas mencionadas me parecen guiadas por la (muy entendible) pasión reivindicadora y por una visera ideológica, que ve el texto de Rosas Ribeyro como un intento de desvirtuar una de las lecturas fundamentales del discurso feminista en las letras peruanas. Quizá lo sea, pero eso debe debatirse. Es cierto que el elemento ideológico es ineludible en un caso como este, pero la crítica debe sobreponerse al prejuicio y exigirse el estudio de todas las posibilidades. ¿Por qué hacer una excepción en este caso?

Estos son lo poemas en cuestión:

Soy la muchacha mala de la historia

Soy
La muchacha mala de la historia
La que fornicó con tres hombres
Y le sacó cuernos a su marido.

Soy la mujer
Que lo engaño cotidianamente
Por un miserable plato de lentejas,
La que le quitó lentamente su ropaje de bondad
Hasta convertirlo en una piedra
Negra y estéril
Soy la mujer que lo castró
Con infinitos gestos de ternura
Y gemidos falsos en la cama

Soy
La muchacha mala de la historia.

Como tú lo estableciste

Sola,
descubro que mi vida transcurrió perfectamente
como tú lo estableciste.

Ahora
cuando la sensación de algo inacabado,
inacabado y ajeno
invade de escrúpulo mis buenas intenciones,
sólo ahora
cuando me siento en la mitad de todos mis caminos
atada a frases hechas
a cosas que se hacen por haberlas aprendido
como se aprende una lección de historia,
puedo pensar
que de nada sirvieron los consejos
ni las interminables conversaciones con tu madre,
y esas largas horas de mi vida
perdidas
en aprendizajes extraños sobre pesas y medidas,
colores
y
sabores
y
en el vano intento de ir tras el sol
tras el vuelo de los pájaros,
de repente quiero acabar
con mi baño de todas las mañanas,
con el café pasado,
con mi agenda cuidadosamente estructurada
de citas y visitas
a las que asisto puntualmente;
pero es tarde
hace
frío
y estoy sola.

Tímida y avergonzada


tímida y avergonzada
dejé que me quitaras lentamente mis vestidos,
desnuda
Sin saber qué hacer y muerta de frío
me acomodé entre tus piernas
¿es la primera vez?
preguntaste,
sólo pude llorar.
oí que me decías que todo iba a salir bien
que no me preocupara,
yo recordaba las largas discusiones de mis padres,
el desesperado llanto de mi madre
y su voz diciéndome
"nunca confíes en los hombres".
Comprendiste mi dolor
Y con infinita ternura
Cubriste mi cuerpo con tu cuerpo,
tienes que abrir las piernas, murmuraste,
y yo me sentí torpe y desolada.

Caretas ha publicado una nota sobre el tema.
ZdN ha publicado el artículo de Rosas Ribeyro y uno de Hildebrando Pérez Grande.

28.1.08

Cambio

Atención: se busca Quipucamayoc

Esta mañana abrí mi página de administración de blogspot y --desde su rincón más oscuro, como un gato en el sótano en una película de terror-- me saltó encima un dato espantoso: mi nombre aparecía como autor o coautor de más de una decena de blogs.

No estoy muy seguro de en qué momento ocurrió la multiplicación: partenogénesis inconsciente: diez yos que pululan por el ciberespacio son por lo menos nueve yos más de los que el ciberespacio se merece soportar. Y además esa es
otra película de terror.

De modo que he decidido cortar con todos los proyectos que no puedo llevar a cabo correctamente porque me es imposible dedicarles el tiempo que quisiera, lo que, de paso, le dará, espero, mejor calidad a mis treinta minutos diarios con Puente Aéreo.

Eso, lamentablemente, implica renunciar a más de un proyecto interesante. Para comenzar, todos aquellos a los que me invitó Silvio Rendón o que aparecieron como ramificaciones de su idea original: el Gran Combo Club, El Gran Combo Lector, El Contraataque de Woody. Lo mismo va para mis colaboraciones con Daniel Salas, como Ficciones y La Gran Combi.

También dejo de lado ahora mi propio proyecto, Quipu, el blog donde por muchos meses, inicialmente con la ayuda desinteresada de Luis Nieto Degregori, Zein Zorrilla y Dante Castro, a quienes agradezco una vez más, fueron publicados más de sesenta autores peruanos, en su mayoría muy jóvenes, inéditos y del interior del país.

Quipu deja de funcionar pero queda online, y ojalá en algún momento pueda reactivarse. De hecho --y este anuncio lo hago muy en serio--, si alguien calificado, una persona o un grupo de personas, se ofrece a continuar con la idea, le entregaré la administración de Quipu de inmediato.

25.1.08

Los dos Žižek

A propósito de nuestra última encuesta

Pico a pico: un virtual empate se produjo en el muestreo de Puente Aéreo sobre intelectuales palabreros. Setenta votos fueron para Jacques Derrida y setenta y dos para Harold Bloom, lo que parece probar que a los lectores de este blog no les preocupan ni los centros sincéntricos ni el sexo de Dios.

Eso sí: me resulta incomprensible que el verborreico mayor, Jacques Lacan, se haya ido de alivio con los apenas cuarenta y tres votos que le dieron el tercer puesto. La cuarta posición ha sido para el esloveno Slavoj
Žižek: 28 electores lo han señalado con el dedo acusador (y el gesto de desconcierto).

Žižek, por supuesto, es otro tipo de palabrero: si los libros de la primera época de Bloom, los esperpénticos seminarios de Lacan y los sesudos pero nunca gratuitos ensayos de Derrida son hijos de un lenguaje desbordado, los textos de Žižek rara vez son complejos en ese mismo sentido: de hecho, el esloveno suele ser asertivo antes que derivativo y más rotundo que dado a los circunloquios. Siempre es interesante; es un ensayista imperdible y un gran enhebrador de hallazgos.

¿En qué sentido es palabrero, entonces? Me temo que en el peor de todos:
Žižek dice siempre lo que sea que contribuya a su fama de buscapleitos y a su aura de rebelde, incorrecto, irrefrenable enfant terrible. Es el tipo de intelectual --o al menos eso me parece-- que encuentra su mayor reto en cada ocasión en la que debe dedicar todo un ensayo a probar una hipótesis contraintuitiva por el placer mismo de demostrar que puede andar ese camino.

Pero
Žižek tiene otro rasgo menos simpático, incluso más discutible que el anterior en un filósofo: es un intelectual con dos caras, que muestra la que le resulta más redituable según el escenario en el que se encuentra. Es un radical que un día coquetea con Mao y al día siguiente con Lenin cuando anda de paseo por universidades europeas o norteamericanas, pero es un político de centro derecha en Eslovenia, y no uno cualquiera, sino uno con carnet.

Hace un par de años, un colega suyo, el intelectual argentino Ernesto Laclau, con quien
Žižek ha colaborado más de una vez, incluso en libros, hizo esa denuncia en una entrevista para el diario Página/12:
"Žižek es un ultraizquierdista vociferante en lo que se refiere a la política mundial, obviamente en contradicción con las posiciones de universalización del proyecto americano, pero al mismo tiempo es miembro del Partido Liberal-Democrático esloveno, que hasta hace unos pocos meses estaba en el poder, y que por supuesto ni remotamente es un partido de estas características, ni siquiera socialista. Es como decía el Martín Fierro: no hay como el peligro para despejar al mamao".
¿Es ese el mismo Žižek que, en su faceta de ultraizquierdista vociferante, escribe: "desde el momento en que uno acepta la noción de "totalitarismo" queda inserto en el horizonte democrático-liberal"? Sí, es exactamente el mismo. Cabría preguntarle si uno no "queda inserto en el horizonte democrático-liberal" cuando saca carnet del Partido Liberal-Democrático.

El fenómeno de
Žižek no es tan extraño, si uno lo mira con atención, y si uno lo limita a la duplicidad de las preferencias políticas: Hugo Chávez tiene un discurso bastante más progresista cuando habla de otros países que cuando habla de Venezuela; incluso Vargas Llosa da la impresión de ser más conservador políticamente en el Perú que afuera.

Pero algo hace que resulte bastante más sorprendente el doble discurso en un filósofo, quizá porque uno piensa que un filósofo no es nada sino la coherencia misma de sus palabras, y cuando uno descubre que un cierto filósofo es capaz de defender principios opuestos según la conveniencia y el escenario, su figura misma empieza a desvanecerse, a dejar de ser relevante.

22.1.08

Gato por liebre 2

La farsa y la abstracción del pensamiento

Recuerdo un congreso de la Latin American Studies Association años atrás: el guatemalteco Arturo Arias, quien era entonces presidente de la asociación, en su discurso inaugural ante algunos de sus cinco mil miembros, en un hotel tejano de cinco estrellas donde él ocupaba una suite con pinta de Oficina Oval, se quejaba de la posición de marginal, de postergado, de olvidado por los poderosos, a la que lo había condenado el color de su piel y la tragedia del inconmovible racismo de nuestro mundo.

Arias
lamentaba agriamente su invariable desgracia: la condena a la segregación. El hecho de que él presidiera una millonaria asociación profesional y fuera profesor principal y jefe de departamento en una universidad norteamericana no parecía modificar su percepción del asunto, ni lo hacía reflexionar sobre la distancia entre los que se vuelven víctimas de la postergación y los que, de alguna manera, se han sobrepuesto a ella: para Arias, él era un olvidado.

Su invitada de honor esa tarde era otra olvidada: Rigoberta Menchú, funcionaria del gobierno guatemalteco, ganadora del Premio Nobel, autora de best-sellers, artífice de un bochornoso caso de falsificación de la propia biografía, en cuya defensa un millar de intelectuales, en los ochentas y los noventas, quiso convertir la mitomanía en un problema de horizontes culturales.

Sentado allí, sentía yo una sola sensación constante y repetida: estaba presenciando una especie de obra teatral. Arias, demasiado occidental, demasiado académico y demasiado americanizado para sostener solo sobre sus hombros la farsa del indígena marginal, presentaba a Menchú como contraseña de su representatividad y de su vínculo con los postergados; y Menchú, a su vez, tantos años después de desenmascarada, seguía contando la historia de otros como si fuera la historia suya.

Detrás de esas dos apariencias engañosas, se diluía, claro está, la nube numerosa de los otros, los verdaderos marginados: en ellos, tan lejanos, tan invisibles, comenzaba una penosa cadena de representaciones y vicariatos, al cabo de la cual personas como Menchú y Arias, en lugar de favorecer a aquellos a quienes defendían, actuaban como sus mordazas, quitándoles la voz, enmudeciéndolos. Para la mayor parte de la audiencia, ese problema no parecía existir.

La izquierda pop norteamericana necesita creer que todo latinoamericano es o bien un indígena postergado o bien un criollo opresor, de modo que cualquiera con un discurso que suene progresista pasa a ocupar un lugar en la primera zona.
El fenómeno no es privativo de los Estados Unidos; existe en todas partes y en el Perú tiene su avatar evidente en el mecanismo por el cual nueve de cada diez escritores de izquierda se autodenominan "andinos" sin que les importe en lo más mínimo que su relación con la cultura de los Andes sea grande o pequeña, próxima o borrosa; y el mismo mecanismo tiene una segunda parte: la atontada obsecuencia con la que casi todos los demás aceptamos esa careta, como si no hubiera en ello una evidente mentira y una usurpación bochornosa.

En la academia americana hay una superabundancia de falsos marginales latinoamericanos, entre otras cosas, porque la inocencia del medio sigue demandando una cierta evidencia palpable de la existencia real de aquellos a quienes se dice defender: personajes públicos como Menchú y académicos como Arias (o escritores como Laura Esquivel, que se viste de indígena mexicana apenas pone un pie en Estados Unidos) son en gran medida vistos como puentes hacia el mundo nativo latinoamericano: si hay un puente, debe de haber algo al otro lado, de modo que su presencia es una suerte de prueba in absentia, como la huella en la arena le demuestra al pionero que los caníbales andan dando vueltas por allí.

La distancia ayuda, claro: una gran parte de los latinoamericanistas de la academia americana conoce América Latina sólo a través de viajecitos de semivacación y documentales de media hora. Pero, ¿cómo es sostenible la falsa representatividad dentro de un medio como el peruano, donde todos sabemos la diferencia entre un poeta limeño y un comunero huancavelicano, o un novelista arequipeño y un concejal de villorrio? ¿Cómo es que nos permitimos seguir confundiendo grupos, colectividades, clases y procedencias étnicas tan gratuitamente, tan absurdamente?

Más preguntas: ¿por qué, en un país como el Perú, donde la izquierda política no ha tenido arraigo popular alguno en dos décadas, se quiere improvisar esta ecuación inoperante según la cual todos los escritores de izquierda son "andinos" y, entonces, biunívocamente, todo lo andino está representado por intelectuales de izquierda? ¿No hay acaso una falsificacion atroz de la realidad en ese gesto paternalista por el cual se quiere retratar lo andino como si fuera un pizarrón monótono en el que todos tienen que escribir con la misma letra y discurrir las mismas ideas? ¿Por qué tenemos que creer que todo lo que escriba el arequipeño
Vargas Llosa, por ejemplo, está condenado a sonarle impropio y ajeno a un lector andino y que, en cambio, éste sí se identificará indudablemente con una nouvelle del también arequipeño Oswaldo Reynoso o un cuento del chalaco Dante Castro o una novela del piurano Miguel Gutiérrez?

Hay una contradicción demasiado evidente en quienes asumen conceptos como el de la "heterogeneidad" de Cornejo Polar para luego dividir el universo de la literatura peruana en dos casilleros y enclaustrar a todos nuestros escritores en uno u otro de ellos: "criollos" o "andinos". La noción de "heterogeneidad", con todo lo discutible que pueda ser, es uno de muchos intentos atendibles del postestructuralismo latinoamericano por superar los dualismos y las oposiciones esencialistas del pensamiento anterior; uno de esos esencialismos descabellados es la idea binaria de que hay una cultura que es andina y otra que es criolla, y que cada una genera manifestaciones paralelas y meridianamente diferenciadas, tiene su propio programa y su propio camino en la historia y no se enfrenta a la otra salvo en el terreno de la disputa por la hegemonía política.

No puede uno darse permiso para ser un partidario de la noción de "heterogeneidad" y, al mismo tiempo, articular discursos en los que se describe la literatura peruana como si se estuviera armando dos equipos de fútbol una tarde de domingo (dos equipos que no diferirían en el color de las camisetas, sino en el color de la piel). Quien intenta reconciliar las dos cosas nos da una involutaria demostración de que memorizar libros de teoría no es lo mismo que razonar: una cosa es tener pensamiento abstracto y otra cosa es hacer abstracción del pensamiento.

PD: Un lúcido artículo de Daniel Salas en El Gran Combo Club.

21.1.08

Gato por liebre

El metatruco del subalterno

Entre los muchos factores que hicieron infecunda y poco hospitalaria la polémica de "criollos" y "andinos", uno crucial fue la impropiedad de la representación que los segundos se atribuían y se siguen atribuyendo.

Sin ninguna excepción, quienes en el Perú se llaman escritores "andinos" son culturalmente tan criollos como aquellos a quienes llaman "criollos", y cada vez que quieren decir lo contrario acaban por arrogarse la representación de grupos socioculturales a los que no pertenecen.

El truco es viejo: es pasar gato por liebre. Es pasar el gato propio como si fuera la liebre ajena. Lo malo es que, simbólicamente, implica la muerte de la liebre: si en verdad el Perú se dividiera entre los criollos a quienes llaman "criollos" y los criollos a quienes llaman "andinos", entonces nada habría más allá, o, al menos, nadie más a quien podamos escuchar.

Los invito a leer esta frase escrita por Paolo de Lima:

(1) "Para la aceptación plena de la pluralidad tendría que darse una sociedad con las mismas oportunidades para todos aquellos que hasta ahora (incluyendo a los escritores y sobre todo a los productores populares de discursos que nunca llegan a la escritura) se sienten postergados".

Los invito a leer la misma frase sin el paréntesis que lleva en medio:

(2) "Para la aceptación plena de la pluralidad tendría que darse una sociedad con las mismas oportunidades para todos aquellos que hasta ahora se sienten postergados".

Ya se deben de haber dado cuenta: en (2) se hace un reclamo a nombre de quienes "se sienten postergados", es decir, todos quienes se autoidentifican como marginados. Pero en (1) el paréntesis aclara quiénes son esas personas: son "los escritores" que se sienten postergados y "los productores populares de discursos que nunca llegan a la escritura" y que se sienten igualmente postergados.

Es decir, en la frase completa los postergados del Perú son los productores de discursos orales carentes de agencia social y representatividad en los circuitos letrados
y los escritores andinos. ¿Cómo así esos dos grupos tan distintos, tan lejanos, tan ajenos el uno al otro, resultan de pronto formar parte de una sola unidad (la unidad de quienes "se sienten postergados")?

Responder esa pregunta no nos llevará a ninguna idea importante; sólo será el equivalente a señalar el instante mismo en que el prestidigitador echa a la paloma de la galera y la reemplaza con flores de papel: es el momento de truco, el momento del palabreo, un acto de desaparición en el que, ante todo, lo que se disuelve es la ética del comentarista.

Más importante es la segunda parte del truco. Hagamos un recuento: los que "se sienten postergados" son un grupo dividido en dos subgrupos, el de los "escritores andinos" y el de los "productores populares de discursos que nunca llegan a la escritura". Bien. La cosa es que como el segundo grupo nunca alcanza la agencia y sus discursos jamás son atendidos, lo único que podemos hacer para acabar con la injusticia de la marginación es escuchar a los escritores andinos. Y ya está: el truco completo.

¿Y cuál fue la raíz del truco, el truco del truco, el metratruco? Fue muy fácil, aunque también es profundamente hipócrita. En el Perú hay millones de postergados. Hablo de postergados. Hay una gran diferencia entre los
postergados y los que se sienten postergados. Hay una gran diferencia entre ser un comunero en alguna altura ayacuchana sin acceso real a ninguna forma de representatividad en el circuito social oficial, y ser un escritor con voz y medios y circuitos propios y abiertos pero de escaso éxito, o de escasa resonancia, o de difícil representatividad.

De Lima sabe perfectamente la diferencia entre los marginados y los que se autodenominan, de una forma u otra, marginales. La confusión es cobarde, es inoportuna y es intelectualmente poco honrada.

Si los blogs fueran de alguna manera funcionales en la esfera literaria en el Perú, el reciente post de Paolo de Lima, por desconcertado, y la respuesta de Daniel Salas, por contundente, deberían ser el inicio de un debate decisivo. Las enlazo aquí junto con el texto que origina la cadena: un artículo de Iván Thays publicado en el suplemento
Babelia de El País y republicado en Notas Moleskine el día de hoy.

17.1.08

Ampuero en cines y librerías

Anuncia Hasta que me orinen los perros

Entre finales de marzo y principios de abril, aparecerá en España la nueva novela de Fernando Ampuero, publicada por la editorial Salto de Página. Se trata, según cuenta Fernando, de una novela negra titulada Hasta que me orinen los perros, poblada de borrachines callejeros no del todo distintos a los que han aparecido en alguna de sus ficciones anteriores.

De hecho, Hasta que me orinen los perros --"ficción barriobajera, dura, un reflejo de la violencia brutal que golpea Lima", según me la describe el autor-- es una reelaboración, con desarrollos inesperados, de uno de los cuentos más exitosos de Ampuero, "Taxi Driver sin Robert de Niro".


Sobre el origen del proyecto, me dice Fernando:

"Una amiga que vive en New York hizo un corto de veinte minutos sobre 'Taxi Driver sin Robert de Niro', que ganó el año pasado el premio de mayor monto pecuniario de Conacine y luego obtuvo uno de los premios más destacados del Festival de Columbia en New York. Un tío de Miramax lo vio y, entusiasmado con la historia, pidió un tratamiento de largometraje.

"La directora, Enrica Pérez, me puso al corriente y yo le respondí que podía escribir una novela corta de unas 150 páginas y que, en base a ello, podía redactarse un guión. Bueno, la novela ya está lista y saldrá en marzo o abril, y, en cuanto al guión, lo empezarán a trabajar en los próximos meses, tan pronto Enrica termine otra película que tiene en proceso".

Imágenes: un momento de la filmación de Taxista, el cortometraje original basado en "Taxi Driver sin Robert de Niro"; Enrica Pérez, la directora, y Fernando Ampuero, el autor.

15.1.08

Encuesta palabrera

Quiénes hablan más y dicen menos

Vamos a tomar una pequeña muestra de opinión entre los ilustres e ilustrados lectores del blog, durante los próximos días.

La pregunta es cuáles de los intelectuales que aparecen listados en la columna de la derecha de esta pantalla son, básicamente, los más palabreros: cuáles son los que más hablan sin decir nada, o diciendo poco, quiénes son más devotos del floro y la floritura que de las ideas, o quiénes, en todo caso, aun siendo interesantes, o incluso cruciales, tienen un cariño notorio por meter más letra que carne en sus escritos.


La proporción de franceses en la lista es largamente mayoritaria; a quienes me acusen de antifrancés les negaré todos los cargos y les responderé con sólo dos palabras: Faverón y Patriau. Prefiero explicarme esa proliferación gala diciendo que, acaso, la tierra de mis antepasados está poblada por gente adicta al verbo florido, y, a veces, al florudo.

Noten por favor que cada votante puede elegir más de una alternativa. Noten también que la imagen que ilustra este post (un retrato de Jacques Lacan) es un intento explícito de influir sobre los votantes.

13.1.08

Lee difícil (1)

Improbable campaña prolectura en Puente Aéreo

Hay dos ideas que, bien miradas, a cualquiera le deberían parecer contradictorias, pero que nos hemos acostumbrado a escuchar dichas por las mismas personas, como si fueran parte de un discurso enteramente coherente.

La primera es que la lectura es una actividad necesaria y estimulante, una apertura de fronteras, un reto, una forma de alimentación intelectual y espiritual no superada por ninguna otra, y, por eso mismo, un ejercicio que se debe propagar, publicitar e incentivar.

La segunda es que la literatura académica es gratuitamente compleja, que es aburrida, irrelevante, innecesaria, farsesca, farisea, poco menos que esotérica y por lo común oscura, hueca y ostentosa.


Superficialmente, uno puede conciliar la primera idea con la segunda: puedo abogar por la lectura en general pero a la vez desaconsejar cierto tipo de lectura en particular, una que considere inútil, engorrosa o poco productiva.

Pero cabe preguntarse: ¿cuál es la lógica de cantarle alabanzas al ejercicio de la lectura como estimulante de la creatividad o de la reflexión y, al mismo tiempo, volverse un militante contra el tipo de literatura que más explícitamente se inscribe --se produce, se consume-- dentro de las esferas intelectuales de una sociedad (como, por ejemplo, la academia)?

La lógica de quienes intentan esa conciliación suele sustentarse en una intuición paradójica (si es sincera o no, ya es otro asunto): primero se señala que la academia está desconectada del resto de la sociedad; que es, en la práctica, su apéndice inútil. De allí se pasa a proponer que se ignore lo que aquella produzca; lo cual, en la práctica, no es ningún tipo de solución al supuesto divorcio, sino la manera más radical de promoverlo o ahondarlo.

Algo así es lo que hacen quienes desconfían constante y casi sistemáticamente del lenguaje de la crítica literaria, de la psicología, de la sociología, de la antropología, etc. Desprecian la supuesta opacidad de sus jergas, el elitismo de sus temas, la aparente lejanía de sus preocupaciones.

El único detalle en el que no reparan es éste: quizá, dado el caso de que ellos no son expertos en esas áreas, es posible que la opacidad no sea tal; es posible, para decirlo con redundancia justificable, que sólo la especialización forme especialistas. (Yo no entiendo el alemán, pero no se me ocurre por ello acusar a los alemanes de oscurantistas, presumidos o discriminadores).


Pasa algo con quienes le tienen miedo a la complejidad y deciden agredirla, a veces en nombre de la libertad de consumo ("tengo derecho a preferir lo sencillo") o del puro y simple ánimo anti-intelectual: ocurre que detrás de su intento se esconde el peligro (seguramente inconsciente) de asfixiar la inteligencia de la propia sociedad al limitar y empequeñecer sus aspiraciones.

Aquellos que, siendo en la práctica intelectuales (periodistas, escritores, incluso maestros), y ocupando un espacio en el circuito de construcción social del saber (la prensa, las universidades, las ONGs, internet), desprecian el intelectualismo de la academia y cualquier forma de complejidad en las artes y las humanidades, están en la práctica proponiendo su propia medianía anti-intelectual como un sucedáneo blando y melifuo de intelligentsia. No están guiando, como suelen suponer, una rebelión contra la autoridad de ninguna élite; están propugnando la dictadura del desconocimiento.

De hecho, el fundamento de esa manera de pensar es en sí mismo una simplificación: se reduce a la oposición de lo "accesible" contra lo "difícil": eso es lo que pasa cuando alguien defiende la música pop
contra la clásica, o al "fantasy cómic" contra la sofisticación de otros géneros de la novela gráfica, o al cine mainstream contra el llamado "cine-arte"; es lo mismo que ocurre cuando alguien supone que para glorificar a Bukowski debe desvirtuar a Joyce y para coronar a Robert Rodríguez tiene que abominar de Bergman.

Es el mismo mecanismo argumentativo de quienes dirían que, para comprender la política peruana de hoy, leer a Aldo Mariátegui o rebuscar las columnas de chismes de los diarios o seguir el par de blogs inocuos y seudoinformados que se dedican a observarla es una práctica mucho más productiva que, por ejemplo, leer a Foucault o a Althusser o a Gramsci o a Roberto Schwarz.

Hay una sola observación inmediata que hacer a ese tipo de afirmación: antes de entender una coyuntura política particular, necesito entender el campo de lo político en términos más abstractos; para pensar, necesito un marco de pensamiento (coherente y del que yo mismo sea consciente). Si Aldo Mariátegui y los blogs van a constituir mi objeto de observación y mi marco de reflexión al mismo tiempo, las limitaciones de mi mirada van a multiplicarse hasta dejarme sin ninguna posibilidad de observación.

Claro, si quiero comenzar por leer a Foucault y a Althusser para luego pensar en Montesinos, la primera posible impresión es que estoy tomando un impulso demasiado largo para dar un saltito minúsculo. Si se trata de estar conectado, de evitar el elitismo, de pasar por alto las irritantes complicaciones de los teóricos, entonces quizás sea mejor empezar por leer la obra de nuestros políticos contemporáneos: los libros de Alan García, de Hermosa Ríos, etc. Pero, sinceramente, creo que tomar impulso de sobra es mejor idea que quedarse saltando adentro del charco.

(Continuará)

Fotomontaje gfp

9.1.08

Un gritón incompetente

A manera de ejemplo de los otros 500 mil

Semanas atrás, el crítico Javier Ágreda, en su columna de La República, dio a conocer una reseña de la novela El cielo de Capri, del escritor Marco García Falcón. Gracias al blog de Javier me entero, además, de que el libro ha sido comentado también por José Guich, y que a su autor lo han entrevistado recientemente Francisco Melgar, Gabriel Ruiz-Ortega y Carlos Sotomayor.

El reseñista, Ágreda, evalúa el libro con ponderación, sin dejar de admirar la "complejidad de la trama" y la "prosa clara, sobria y bien trabajada", las "metáforas sugerentes", la elección de los "adjetivos precisos". Entre los elogios enumerados, con la saludable tendencia al equilibrio que se conoce en Ágreda, el reseñista menciona también el rasgo que ve como único menoscabo del relato: una cierta tendencia a que su imaginario resbale en el terreno del kitsch. Y ofrece un par de rápidos ejemplos.

Entonces, uno de los 500 mil gritones incompetentes (el más incompetente, el más gritón) hace el esfuerzo de torcer el sentido de la reseña, darle un significado nuevo, en el que esa última observación deja de ser el señalamiento de una excepción y se convierte en el gran juicio de valor de Ágreda sobre El cielo de Capri.

El gritón incompetente, de nombre
Víctor Coral, procede luego a escribir un artículo que más bien parece un resumen escolar del concepto de kitsch según uno de sus primeros varios formalizadores, Hermann Broch: el kitsch como búsqueda de la belleza, por oposición al arte verdadero, que busca la verdad. ¿Por qué no eligio la definición de Adorno (el kitsch como parodia de las circunstancias de la sensación de catarsis)? ¿O la de Sontag o Greenberg o Kundera o Elias? No interesa.

Lo importante, de hecho, es que la observación misma de
Coral no interesa, no viene al caso, es inoportuna, derivativa y parte de la mala intención; es bochornosamente equívoca y lo es al propósito. Coral no tiene la intención de decir nada sobre El cielo de Capri, ni quiere explicar nada sobre la crítica de Ágreda (al fin y al cabo, no hay nada que explicar: Ágreda usa el término "kitsch" en su sentido más coloquial, refiriéndose a las apariciones esporádicas de clichés efectistas en la prosa de García Falcón, a la que, por otra parte, elogia abundantemente).

Y además, Coral no dice nada en absoluto sobre el kitsch (más allá de las notas que pueda haber tomado en su blog Loro veinte años atrás, y que ahora, al parecer, le cuesta descifrar). Solo quiere una oportunidad para lucir ese rudimento de teoría que alguna vez escuchó de volada en un salón de clase. Y una voluta humosa y humorosa en su volición, siempre dañina, le indica que es un buen momento para desempolvar la idea y utilizarla para desprestigiar a un crítico serio como
Ágreda.

Félix Reátegui, en un comentario enviado a Coral, ha resumido el problema de la mejor manera:
"Javier Ágreda escribe varios párrafos razonadamente elogiosos sobre la novela breve de Marco García Falcón y en el párrafo final pone esta observación, citada en un comentario anterior de Luz de Limbo: «en algunas páginas la búsqueda de lo estético llega demasiado cerca del kitsch». Un lector competente y que al mismo tiempo lea de buena fe entendería con facilidad que Javier está señalando lo que, según él, es una falla en la novela; no está diciendo que la novela sea un proyecto o un resultado literario “kitsch”. Víctor Coral entiende o elige entender mal algo tan simple y escribe un texto que es cuatro veces más largo que el de Javier Ágreda para demostrar que es erróneo algo que Javier no ha dicho. Es más, el mismo Coral, en su presunta admonición, sentencia: «Calificar como kitsch a una obra solo por contener un elemento ligado a una de estas coordenadas es por lo menos irresponsable, entonces». Sí, pues, un crítico competente y honesto no caería en los errores de lectura que sí comete penosamente Coral".
Es curiosa la manera en que, cada vez que uno busca un ejemplo para ilustrar el mundo aquel del que habla Franzen --el mundo de la blogósfera literaria, su superficialidad, sus quinientos mil energúmenos-- descubre de inmediato un ejemplo a la mano en el blog de ya-vieron-quién. Parece al propósito.

En este caso, siendo Coral un blogger que alguna vez tuvo su oportunidad como crítico, el ejemplo deja claro que la diferencia entre una esfera y la otra no es crucialmente ética: tanto críticos como bloggers pueden hacer de su oficio una componenda, una vendetta o una ruleta rusa, si asumen su trabajo sin darse cuenta de que lo suyo debería ser el esclarecimiento de problemas estéticos y no la confusión de las ideas como disfraz para las pequeñeces del mal ánimo.

POSTDATA: No dejen de leer "La fábula del heredero" en La Gran Combi.

8.1.08

500 mil gritones incompetentes

Sobre una declaración de Jonathan Franzen

Leo en el blog de Iván Thays extractos de una entrevista a Jonathan Franzen, aparecida originalmente en el Corriere della Sera y luego, en español, en el suplemento ADN del diario La Nación de Buenos Aires. Quiero reparar por un instante en lo que dice sobre bloggers y críticos literarios:

"Un maldito blogger me arruinó la velada del Book Award, blandiendo un micrófono ante mi cara y ametrallándome con preguntas vulgares (...) Lamento la falta de los críticos literarios tradicionales, que actuaban como filtro para descubrir libros de verdadero valor. Es mucho mejor tener 50 inflexibles críticos de esa clase -explica- que tener 500 mil gritones incompetentes".


Por si no lo notaron suficientemente, la frase con la que Franzen describe a los bloggers es la última: "500 mil gritones incompetentes". ¿Y qué puedo yo decir, en mi calidad de blogger, para contrariar esa etiqueta alevosa? No mucho. Acaso que a Franzen se le fue un cero de más. Pero no puedo alegar que se haya equivocado en la caracterización de la mayoría. La mayoría de los blogs de comentario literario son, en efecto, pobres y altisonantes, y un millón de ellos no podrían suplir la función de un crítico competente.

Pero tampoco 500 mil críticos sin oficio podrían hacer el trabajo de un blogger que sí valiera la pena... No, miento. Sí podrían, sólo les serían necesarios una computadora, una conexión a internet y el conocimiento del ciberespacio que hoy por hoy adquieren los niños antes de los cinco años de edad.

Pero, con todo y eso, a Franzen se le va la mano en la caricatura. Tal vez buscando el escándalo, tal vez por una limitación de su mirada, reduce el asunto a un contraste en el que "crítico" y "blogger" no son nombres que describan oficios, sino dos niveles radicalmente diferenciados de conocimiento, de ética y de compromiso con el conocimiento. Quizá ese dibujo en blanco y negro logre un retrato acertado en gran cantidad de casos, pero inevitablemente deja desapercibidas las zonas grises.

Porque detrás de lo que a Franzen le preocupa no está el tema de la tradición versus la modernidad, o el de la institucionalidad ante la liberación democratizadora de internet. No. Lo que hay tras sus palabras es un reclamo en favor de la especialización y en contra de la aceptación de la mediocridad crítica como norma: reclama ante el temor de que la imposición de la medianía como standard, a través de la institucionalización de los blogs como espacios que reemplacen a la crítica de prensa, acabe por aniquilar para siempre la posibilidad más fecunda de la relación escritores-críticos-lectores.

En otra palabras, en el fondo Franzen no está diciendo que los bloggers no sean o puedan ser también críticos literarios (muchos lo son de facto). Lo que dice es que la blogósfera está bajando activamente la varilla, esto es, bajando el standard, permitiendo que cualquier galimatías de tema libresco, cualquier jeremiada literaria, cualquier arrebato que aluda a un libro, sea recibido como crítica literaria.

No le falta razón, si uno lo ve de esa manera. La blogósfera y, en general, la simplificación del acceso a internet, con sus innumerables beneficiós y su apertura democratizante, trae también males, y uno está en la disolución de los criterios de juicio especializado en la literatura y las artes en general (acaso en las humanidades todas, y posiblemente más allá). En comparación con los medios tradicionales, Internet es más fácil de acceder para todos, tanto quienes quieren publicar en ella como quienes quieren leer lo que en ella aparece. Si abrir un blog toma 30 segundos, ese es exactamente el tiempo que le toma a alguien convertirse, en la práctica, en un blogger literario. Convertirse en crítico --no sé si lo recuerdan-- solía demandar un esfuerzo mayor.

Veamos nuestra propia blogósfera. No seré exhaustivo, porque no me interesa ese exceso de trabajo, pero trataré de ser abarcador:

Moleskine, el blog de Iván Thays es el cuaderno de notas y lecturas de un escritor; es el más informativo blog literario en español. No tiene intenciones críticas (a pesar de que, en otras publicaciones, Iván es un reseñador con años en el oficio).

Zona de Noticias, de Paolo de Lima, también es un informativo, sólo que restringe bastante más su universo: es esencialmente local, peruano, y su noción de internacionalismo se reduce a un par de amistades extranjeras del autor y dos o tres escritores más. Si Moleskine es un noticiario internacional, Zona de Noticias es el boletín de un club de amigos. Es, además, un blog sin comentarios, es decir, un sachablog.

Los recuentos de fin de año me llevaron a descubrir un blog llamado Habla Sonia Luz, administrado por una profesora de comunicación social, Sonia Luz Carrillo: lo menciono porque se lo nombraba entre los mejores blogs literarios peruanos. En verdad, es difícil llamarlo blog literario: la literatura ocupa acaso una quinta parte del blog, y en su mayoría se trata de transcripciones de poesía ajena. Cuando se decide a comentar un libro, el resultado suele ser de poco interés.

Mucho más serio, aunque sin duda menos grato a los lectores saltimbanquis de la blogósfera, es el blog La soledad de la página en blanco, del profesor universitario Camilo Fernández Cozman. La mayor objeción que le pondría es que Camilo no ha encontrado aún la manera de conjugar la documentada seriedad de sus textos con la necesaria agilidad del mundo de los blogs (la frecuencia de renovación y la capacidad de concitar el interés de los comentaristas son dos rasgos que definen a un verdarero blog y lo diferencian de una base de datos de acceso abierto).

Hay varios críticos y reseñadores que administran blogs en los que republican sus textos periodísticos, sin crear con frecuencia (o en absoluto) contenidos ad hoc para los blogs: los de Carlos Sotomayor, Javier Ágreda y Ernesto Carlín son de ese tipo. Otros, como los de Patricia de Souza y José Antonio Galloso son recolecciones de carnets, observaciones breves, hechas por escritores, eso sí, pero no siempre y no necesariamente literarias.

Luz de Limbo, de Víctor Coral, es un blog-escarapela, de esos que sus autores hacen para luego colgárselos en el pecho y que la gente los distinga: "ah, ese pata es un intelectual". Es lo más cercano en el Perú a un blog de crítica, por la naturaleza de los posts que publica, y a la vez lo más lejano, debido a la horrorosa calidad de esos mismos posts.

Un par de recuentos de fin de año colocaron blogs basura --de esos que no generan ni un sólo texto propio, sino que se dedican a copiar sin permiso los textos ajenos, descontextualizándolos (¡e incluso piratean los comentarios de otros!), para animar a la tribuna a lanzar insultos e infamias sobre diversas personas-- entre los mejores "blogs literarios" peruanos. Si esa es la elección de un lectoría ilustrada, ya podemos entrever en ella la mecánica de lo observado por Franzen poniéndose a funcionar en la blogósfera peruana: 500 mil gritones incompetentes y sus increíbles máquinas voladoras.

Ahora bien: ¿tiene que ser así? No lo creo, pero será cuestión de otro post empezar a buscar soluciones.

Fotomontaje gfp.

7.1.08

7 x 1

Génesis y derechos humanos

Hace un par de noches, según avanzaba en la lectura de La muerte lenta de Luciana B (qué inteligentes policiales escribe el argentino Guillermo Martínez), me topé con un pasaje en donde la protagonista lee al narrador cierto versículo de la Biblia.

Es el versículo 15 de Génesis 4: "ciertamente, cualquiera que matare a Caín, siete veces será castigado. Entonces Jehová puso señal en Caín, para que no le matase cualquiera que le hallara".

La frase (aunque en la novela no se cita literalmente), es medular en la composición de la historia: siete por uno es la primera gran pista; es como el descubrimiento del rombo y del triángulo en "La muerte y la brújula" de Borges. En ambas historias, la clave temprana es anuncio y anticipo de la muerte, pero también es el umbral de la solución; y en ambas historias el crimen es una forma perversa de la administración de la justicia.

Por coincidencia, anoche vimos El libro negro (The Black Book o Zwartboek, en el original), la cinta más reciente del brillante holandés Paul Verhoeven, a quien dirigir una vez más fuera de Hollywood le reestableció el talento por completo, incluso a pesar de que, irónicamente, esta es quizá, entre sus cintas, el más abierto homenaje al viejo cine anglosajón (Casablanca asoma en cada esquina, y lo mismo El tercer hombre).

En cierto pasaje de la película, un jefe nazi anuncia que matará a cuarenta sospechosos para vengar la muerte de un socio suyo de negocios clandestinos, asesinado en la víspera por miembros de la resistencia holandesa y por la protagonista misma --una judía, cantante de cabaret, que oculta su identidad y trabaja en el cuartel central de la Gestapo en La Haya.

Castigado siete veces quien mate a Caín; cuarenta muertos para vengar la muerte de uno: la similitud no se escapa fácilmente. Tampoco las diferencias, claro. Pero quiero quedarme con los parecidos y su relevancia local. La lógica del varios por uno fue parte central en la escalada de la violencia en el Perú en las décadas de la guerra.

Cada senderista denunciado regresó como ánima insaciable a vengarse contra pueblos enteros. Por cada militar muerto se buscó el sacrificio de varios chivos expiatorios. La decena de muertes de Uchuraccay produjo una saga de centenares de ucchuraccaínos asesinados, por los senderistas y por los militares, a lo largo de meses y años. De hecho, el espinazo que mantuvo la guerra erguida durante tantos años fue esa noción elemental: que la violencia de un lado debía ser replicada con violencia mayor desde la otra trinchera.


Lamentablemente, tengo la impresión de que, con Alan García en el poder, esa mentalidad no puede reducirse sino sólo germinar. García, después de todo, es el presidente que declaró que no se hundiría solo; el que dijo admirar la mística del senderismo; el que, no contento con violar derechos humanos en su primer gobierno, consagró la normalidad de esas violaciones al convertir a uno de sus ejecutantes en vicepresidente de la república.

Pagar con la misma moneda, pero multiplicada varias veces. ¿Cómo se traducirá esa lógica en los meses y años próximos del gobierno aprista? Una primera sospecha viene cristalizando en estos días: luego de meses de discurso contra las ONGs y vilipendio del "derechohumanismo", las palabras amenazan con convertirse en persecución.

García y su banda han hecho algo muy sagaz: han elegido como primer objetivo de esa persecución a
Mónica Feria, cuyas pasadas relaciones con Sendero Luminoso pocos se atreverán a discutir. Todos, o casi todos, incluso los más criticos contra García, tendremos que decir que es justo que Feria atraviese un proceso, y que pague por cualquier delito que haya podido cometer.

Lo triste es que no sabemos qué futuros atropellos estaremos condonando o propiciando con ello, ni cuántos defensores de los derechos humanos con el expediente inmaculado podrán luego ser víctimas de quienes, desde el poder y sus alrededores, siguen empeñados en gobernar no por el bien del país sino como parte de su estrategia para evadir a una justicia que sigue demorando en señalar sus culpas.

6.1.08

La Gran Combi

Capítulo último, donde se explica que todo fue mentira

Toda ficción tiene un final. (Bueno, está bien, no todas tienen un final, y hay finales que no concluyen nada; pero todas acaban de una u otra manera, mal que le pese al maestro Umberto Eco). El final de esta nos deja una vez más, ahora sí, con todo Puente Aéreo disponible para hablar solamente de literatura, y los otros blogs para los demás temas. Digamos que empieza el año y con ello comienza esta nueva etapa. ¿Tercera, cuarta, quinta?

¿Que de qué ficción hablo? ¿Y de qué final? Una explicación breve y esclarecedora (¿?) la encontrarán en La Gran Combi. Otra en el Gran Combo Club.

PD: Y ya si entran a La Gran Combi, no dejen de leer Luna de Paita, entrevista de Olimpio Minolta al novelista Juan Tumbes, en su exilio interior. He escuchado más de una hipótesis acerca de quiénes son Olimpio y Tumbes: la pregunta sigue abierta.

Fotomontaje gfp.

4.1.08

Las dos Mónicas

Captura, posible extradición y futuro juicio

En el año que recién terminó, un tema que convocó el interés de muchos en la red de blogs peruanos fue el debate surgido en el Gran Combo Club en torno a la abogada Mónica Feria, sus antiguos vínculos con Sendero Luminoso, su ejecutoria de años recientes en el campo de los derechos humanos y el premio que recibió por ella en el 2006.

La discusión comenzó el 22 de octubre con un post de Silvio Rendón, escrito a raíz de un artículo del diario Correo (Correo recién se da cuenta). Continuó una semana más tarde con Respuesta a Aldo Mariátegui, también de Silvio; y se prolongó en los días sucesivos con La importancia de la memoria (carta abierta a Silvio Rendón), de Daniel Salas; La importancia de la memoria (respuesta a Daniel Salas); La importancia de la memoria (final), otra vez de Silvio; los comentarios sumaron más de 120 y al menos una docena de blogs y otras publicaciones rebotaron partes de la discusión. Casi todos los que participamos en ella habíamos sido compañeros de estudios de Mónica en la Universidad Católica en los años ochenta.

No hay que perder de vista que todo se inició con una noticia (un tanto extemporánea) dada por Correo, sobre el premio Justicia, de la Gruber Foundation, recibido por Feria semanas antes como reconocimiento a su trabajo como abogada de un cierto número de deudos de las víctimas de la masacre del penal Castro Castro ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Ahora, Feria ha sido capturada en Alemania y será sometida a un proceso de extradición para que se le juzgue en el Perú por su supuesta participación en Sendero Luminoso.

Se espera, por supuesto, que el juicio, de llegar a producirse, sea justo, y que el resultado sea esclarecedor y sopesado. Si Mónica Feria cometió delitos y evadió ilegítimamente su responsabilidad, nada debería salvarla de pagar sus culpas, ni siquiera el tiempo corrido luego, ni siquiera los beneficios que su trabajo profesional hayan traído posteriormente al establecimiento de una cierta cordura jurídica en nuestro modo de enjuiciar el terrorismo de Estado.


Por mi parte hay una sola cosa que me resulta inquietante (tan inquietante, que aún no comprendo si me parece un síntoma positivo o uno negarivo): que Mónica Feria haya sido colocada en el centro de la atención pública --y sumariamente enjuiciada y condenada por uno que otro medio de prensa, como el mismo Correo--, no durante los muchos años previos a estos últimos acontecimientos, sino sólo una vez que ha recibido un premio que la consagraba como luchadora derechohumanista.

Porque: ¿qué es exactamente lo que quieren castigar ahora quienes procuran llevarla a los tribunales? ¿Su alegada participación en Sendero Luminoso o su papel en el juicio de la CIDH sobre el caso de Castro Castro? ¿Sus posibles ligazones con el terrorismo de hace unas décadas, o su enfrentamiento con las figuras más notorias del gobierno aprista (Alan García y el almirante Giampietri)?

Mi opinión es que sería positivo que a esta detención la siguiera en el futuro un juicio; sin embargo, creo que será importante dejar en claro en todo momento qué es lo que se estará juzgando: no a las instituciones defensoras de los derechos humanos, no a las ONGs ni a los partidos de izquierda, no a quienes reclaman limpieza estatal en la defensa del orden legal: sino al terrorismo y a quienes acaso lo cultivaron. No a la Mónica Feria premiada por la Gruber Foundation, sino a la de hace varios años. Si la historia ha querido que sean una misma persona, eso no debe ser más que un detalle incidental.

PD: Ver un largo post sobre el tema en el Gran Combo Club.

Mónica Feria: cuarta, de izquierda a derecha.

2.1.08

Blogs

Tres invitaciones al ciberespacio

1. Desde una cabina de avión --porque si no cómo--, mi amigo Edumundu Paz Soldão viene renovando con velocidad inusitada su blog Río Fugitivo, enlazado ahora desde El Boomeran(g). Interrogado al respecto de si ahora piensa mantener el ritmo de competencia en el posteo, el excéntrico ex centro delantero boliviano (sí, los hay) ha asegurado que lo hará: escribirá con frecuencia (unas cuatro veces por semana) y no solo sobre literatura sino también acerca de la política de su casi fracturada patria andina.

2. A mi bandeja de entrada llega un mensaje de Javier Garvich con el siguiente contenido: "Estimado amigo. Finalmente sucumbí a la tentación, el hacer un blog. Tenemos puntos de vista distintos pero creo que los dos amamos la literatura como para conversar y no tirarnos granadas de guerra. Un abrazo". Y viene a continuación este enlace al blog aludido, que se llama Lápiz y Martillo, y que se abre, entre otras cosas, con un panegírico a don Oswaldo Reynoso. Ciertamente, tenemos puntos de vista diferentes; ciertamente, no son necesarias las granadas de guerra. O al menos no hay motivo para arrancarles la orquilla hasta de arrojarlas. Creo yo.

3. Al buen Rorschach lo conozco como si fuera carne de mi carne (pero es mucho más que eso): nació un 31 de diciembre, como yo, y ha pasado la vida descifrando manchas sobre una página blanca (lo mismo que este servidor). Su oficio es la ironía mal escondida, y ha inaugurado un blog propio que se abre con dos parodias: la primera, de una poeta dark; la segunda, de un crítico formulaico. ¿Quiénes son? De seguro, nadie en particular. El blog de Rorschach se llama La Gran Combi y no, no es un blog basura: es un poco trashy pero va sobre ruedas.

Imagen: Rorschach, tímido y encaretado.