18.5.10

La muerte y la novela

Y la muerte de la novela, obviamente

Hay un personaje en The Secret Agent, de Conrad, que atraviesa la novela con una mano siempre en el bolsillo, y allí, dentro del bolsillo, una pelota de caucho en el puño cerrado, que es en verdad un disparador, conectado a una bomba que el hombre lleva adherida al cuerpo.

En El paraíso en la otra esquina, de Vargas Llosa, es la protagonista, Flora Tristán, la que carga con una amenaza análoga (pero distinta) en el cuerpo: es una bala que su esposo le ha disparado, y que ella tiene incrustada a milímetros del corazón, perpetuamente a punto de llegar a su destino.

La marca de la muerte inminente, física o moral, el estigma, la señal de la destrucción, es un leit motiv que, a fuerza de atravesar muchas novelas, atraviesa la historia de la novela.

Es la máscara de hierro del secreto príncipe de Dumas, la letra escarlata sobre el vestido de la adúltera heroína de Hawthorne, la enfermedad mortal del Malone de Beckett y el Artemio Cruz de Fuentes, la dentellada de Judas en el cuerpo del Cuéllar de Vargas Llosa, la estrella amarilla de los dobles de Kertész o Primo Levi, los ojos blancos del Jorge de Burgos de Eco, la pierna de palo del capitán Ahab de Melville.

La novela ha sido con frecuencia la hija derrotada de la epopeya antigua, su hija pesimista o nihilista. Incluso en los orígenes de la novela moderna, cuando Cervantes imaginaba al personaje que habría de convertirse en uno de los grandes emblemas de la vitalidad desbordada y el impulso libidinal, imaginaba también su muerte necesaria.

Que la novela como género haya madurado y alcanzado sus momentos clave en los siglos diecinueve y veinte, es decir, en los siglos de la gran secularización, y que le haya correspondido ser el vehículo de representación del periodo en que la guerra se volvió industrial y el genocidio se hizo tecnológico, ha hecho que su affaire con la sombra de la muerte se produzca, además, en medio de las más turbias formas de desesperación ante la tragedia de la historia.

Los nombres clave de la novela desde el siglo diecinueve en adelante son, casi todos ellos, nombres que uno puede asociar casi inmediatamente con diversos avatares de las ideas de la muerte y la destrucción: Tolstoi, Dostoievski, Zola, Conrad, Kafka, Proust, Mann, Faulkner, Bassani, Kertész, Coetzee, Roth, Sebald, un etcétera infinito.

Dentro del campo de lo hispanoamericano, la norma se cumple igualmente: Onetti, Carpentier, García Márquez, Rulfo, Vargas Llosa, Fuentes, Bolaño: es casi imposible evocar el nombre de un novelista clave de América Latina cuyas obras más notorias y cruciales no sean en gran medida reflexiones sobre la muerte.

Cuando Vargas Llosa quiso definir la ambición característica de los libro clave del boom, los que él llamaba "novelas totales", un rasgo recurrente y axial era la noción de que tales libros aspiraban a representar un universo desde su fundación hasta su desaparición; como si la novela total fuera una construcción bíblica y debiera ir necesariamente de una génesis hasta un apocalipsis.

Vargas Llosa mismo se aproximó a ese ideal, simbólicamente, en La casa verde; literalmente en La guerra del fin del mundo, que historia una comunidad desde su inicio hasta su arrasamiento. El título de esa novela es más significativo de lo que parece: es la novela misma, como género, la que parece para Vargas Llosa (para el Vargas Llosa de aquel tiempo, al menos), la historia del fin del mundo.

Yo tengo la impresión (lástima que no pueda decirlo de otra manera) de que el día en que la novela renuncie a ser la expresión abarcadora de un mundo, el día en que deje de atreverse a intuir los orígenes y prevenir sobre el final de un cierto mundo (o de nuestro mundo), será el final de la novela moderna como género, simplemente porque será el final de uno de los rasgos que la han distinguido genéricamente desde siempre.

O, en otras palabras: como una Sherezada de pesadilla, si la novela quiere seguir viviendo, deberá insistir en contar historias sobre la muerte, porque ese es su destino y esa es la obsesión que le dio identidad.


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12 comentarios:

El Gaucho Santillán dijo...

El arte, es la reacciòn humana, ante la certeza de la propia muerte.

Nada tiene de raro, entonces, que estè tan presente en la literatura.

Luis Valdesueiro dijo...

La muerte,sí; y supongo que el amor, en parte, también.
Saludos.

Luis Valdesueiro dijo...

La muerte,sí; y supongo que el amor, en parte, también.
Saludos.

Anónimo dijo...

Su tesis es tan interesante como audaz. Pero creo que hay un número considerable de novelas cómicas (no tragicómicas) como contrajemplo.

Además, enmarca Ud. el tema de la muerte en un ciclo vital (un ciclo totalizante)que no necesariamente le corresponde.

Por último, se me ocurre que quizá la "muerte" sea el componente de otro rasgo mayúsculo (especulo: el pesimismo o el super rubro "preocupaciones exitenciales") y que este puede experimentar cambios internos que descarten la presencia de la muerte como una urgencia estética sin por ello desfigurar la novela, sin hacerla saltar del continuo que Ud traza. Porque al parecer eso es lo que lo preocupa, la solución de continuidad.

A propósito, ¿por qué la novela no puede experimentar un salto cualitativo? Así como los monos aprendieron a hablar, quizá los novelistas aprendan un lenguaje totalmente nuevo. La plasticidad de su formato lo permite. Sería una novela 2.0, pero novela al fin y al cabo.

Santiago Bullard dijo...

En general, estoy de acuerdo con la mayor parte de lo que has escrito, pero creo que es justo hacerte notar un olvido fundamental, que es Sábato. Hoy, la gente vive haciendo como que nunca existió, y sin embargo él representa mejor (mucho mejor) que todos los Vargas Llosa, los García Márquez y (lo siento mucho, pero es la verdad) los Bolaño eso de lo que hablas, de la literatura y sus bodas con la muerte y, también, de la novela total (que Sábato desarrolló, teorizó y escribió con mucha más solidez que ningún otro autor latinoamericano).
En fin, palabras vanas. Sólo no dejemos que la memoria nos derrote, y si damos laureles, no olvidemos a quienes también los merecen.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Y sin embargo, Sabato sólo intentó con éxito la tarea de una gran novela abarcadora una vez, en Sobre héroes y tumbas (no creo que se pueda decir lo mismo sobre la muy irregular Abbadón). E incluso así, su novela más redonda es otro tipo de narración, El túnel.

Anónimo dijo...

¿Cómo se cumple eso en los diferentes subgéneros novelísticos? Parecen marginados de la teorización que plantea el post. Y eso es problemático sobre todo por el momento actual de la novela, tan interesada en colocarlos en el centro de una u otra manera, parcial o totalmente.

Quizá se desestime lo que digo respondiendo que, en tanto subgéneros, no representan la esencia de... ¿Pero esa esencia no es un lugar político? En todo caso, ¿qué aportan los subgéneros en la caracterización de la novela, en su evolución?

En todo caso, si la característica señalada como fundmental realmente lo es, debería permitir organizar el corpus novelístico de acuerdo con la mayor o menor presencia de dicho rasgo. ¿Se puede?

Anónimo dijo...

En un libro sobre los escritores del 50, un narrador (que ahora en El domical de El Comercio declara que hay escritores sobrevalorados, como Loaiza) en ese libro que fue confiscado por ser una descarada defensa de Abimael, se dijo que los poetas del 50 eran unos pequeños burgueses por escribir sobre la muerte. En dicho libro panfleto, la guillotina estuvo a la orden del panfleto, y las cabezas rodaron, las W.Delgado, Rose, Guevara, Bendezu, Sologuren etc, acusados de escriir sobre la muerte. Claro que todo el mundo puede equivocarse, todo el mundo puede ser perdonado, gozar de una segunda oportunidad. Ahora MG ataca a Loaiza sabiendo que el hombre quieto de Ginebra no se va defender, Loaiza no se ensucia, y atacar a alguien sabiendo que no se va a defender tiene un nombre. Este señor, MG, "celebra la novela", para MG la novela no ha muerto. Y es verdad es que no ha muerto, los que han muerto son los defensores de la muerte.¿No es cierto Miguel?

Jorge Frisancho dijo...

Gustavo, ¿no crees que eso ha sucedido ya, en gran medida? ¿No crees que la novela contemporánea (en particular pero no exclusivamente en América Latina) ha dejado ya esas ambiciones por el camino, y se concentra en otras cosas? Habrá excepciones, algunas de ellas notables, pero en general a mí me parece claro que sí.

Anónimo dijo...

No llego a ver la conexión entre las dos ideas del post. ¿Cómo se deduce de la premisa de la muerte como obsesión esencial de la novela moderna, la idea de que la subsistencia de ésta depende de contar -o no- historias abarcadoras? Una cosa es desear que la novela de forma a visiones abarcadoras del mundo y otra, muy distinta, que la novela -totalizante o no- deba de seguir hablando sobre la muerte. Tema que, obviamente, está presente de manera fundamental en toda la literatura, el arte o la religión, pues constituye un rasgo esencial de la condición humana.

Santiago Bullard dijo...

¿Te parece? Como proyecto de novela Total, Sobre héroes y tumbas me parece el paradigma; y Abbaddón logra, con su caos aparente, un punto mucho más elevado (no diré que como novela-narración, pero sí como novela-ensayo) que muchos otros, incluídos Vargas Llosa y Cortázar (con su francamente insoportable, y esto es una opinión personal, "Rayuela"). Bueno, esto es del saco de cada quién, y a ver qué entiende cada uno por Novela Total, pero seguiré defendiendo a Sábato.

natalia_paperblog dijo...

Estimado Gustavo,

Buenas tardes. Soy Natalia, Responsable de Comunicación de Paperblog. Quisiera disculparme por dejarte un comentario así, pero no he encontrado otra manera de contactarte. Tras haber descubierto "Puente aéreo", me pongo en contacto contigo para invitarte a conocer el proyecto Paperblog, http://es.paperblog.com, un nuevo servicio de periodismo ciudadano. Paperblog es una plataforma digital de difusión cuya misión es identificar y dar a conocer los mejores artículos de los blogs inscritos, que sino, se diluyen entre la masa de información antes de llegar a los oportunos lectores.

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Espero que te motive el proyecto que iniciamos en Enero con tanta ilusión. Échale un ojo y mientras, no dudes en escribirme para conocer más detalles.

Feliz comienzo de semana,
Natalia