5.8.11

Notas brevísimas sobre la novela contemporánea, 1

W.G. Sebald

Cada cierto tiempo en la historia de la novela aparece una obra que hace ver a sus lectores que el género es todavía capaz de hacer cosas distintas.

No me refiero a novelas que son "originales" en el estrecho sentido de la innovación formal o temática, sino a obras que muestran que la novela ofrece la posibilidad de pensar y hacer pensar en la realidad de una forma distinta, no habitual o no explorada hasta ese momento.

Creo que el último escritor que logró eso fue el alemán W.G. Sebald, con libros que, sin abandonar los rasgos elementales que hacen novela a la novela, es decir, el carácter de ser ante todo un complejo artefacto narrativo ficcional que dice algo sobre el mundo, instituyó una nueva manera de decir una historia, una manera en la que la memoria funciona como un dispositivo en perpetua auto-reconstrucción, memoria que se hace a sí misma a través de memorias ajenas, no desde la evocación racional o emotiva del pasado propio, sino desde la exploración filosófico-moral del pasado ajeno.

Las novelas de Sebald suelen contar la historia de cómo una conciencia individual (que es el texto mismo, la novela, acaso la conciencia del narrador) se enfrenta a las conciencias ajenas (lo que ya casi todos llamamos otredad, pero no en un sentido limitadamente identitario y ciertamente sin aspiraciones totalizantes) y muestran, sin decirlo jamás explícitamente, cómo esa conciencia individual sólo existe en la interacción, perentoria, necesaria, y, sin embargo, enteramente voluntaria, con las esquirlas semienterradas de las conciencias de los demás: el yo sólo existe en los otros.

Las historias de cada una de esas búsquedas (piensen en Los emigrados, por ejemplo), no necesariamente alcanzan ninguna forma explícita de unidad unas en relación con otras; no necesariamente se unen o vinculan o entrecruzan; no necesariamente se influyen como si mediaran entre ellas vasos comunicantes o como si sus partes proyectaran sombras unas sobre las otras. Sebald coloca apenas una que otra imagen, de índole inciertamente simbólica (la figura de Nabokov, el cazador de mariposas), para hacer ver que debajo de los relatos vibra un bajo continuo. Pero ese leitmotif no es una clave de desciframiento, sino una señal del desconcierto del narrador y de los personajes, que luego será, también, desconcierto del lector.

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2 comentarios:

pocofre dijo...

Suenan muy bien. haber si consigo algo de este escritor, saludos.

zeta dijo...

El yo no podría estar solamente en los otros. Muy interesante, por todo lo demás... Me pregunto cómo será ese efecto.